La sensación de lo nuevo y lo improvisado en el ritmo de los días. Después un
sabor a silencio, un corte en el pulgar. La vida que se encarna en lo efímero.
Decíamos, la vida en un par de tazas de café; la vida en los cigarrillos que burlan las agujas del reloj. La vida que se rinde ante la poesía y devora otras palabras, la vida en un paseo de húmedo invierno por cuadra. La vida en la
noche, ese estallido. El almanaque dice plan y proyecto, prefigura un sueño o una cotidianidad con aromatizantes y saborizantes. Lo determinado inhibe la creación y así nos viven. Se vive cuando se quiebra el vidrio y se camina entre las trizas. Liviano el día sin sucedáneo, sin la posibilidad siquiera de pensar la idea de porvenir. La palabra futuro explotando en todos los diccionarios. Y a no cargar más con el peso del después. Solo decidir y correr el riesgo. Ensayo y error. Ensayo y terror. El magno sinsentido, tan vulnerables ante el absurdo, nos queda su disfrute, la ciudad y las coincidencias.
Vivir, ser que ama, duda y muta. La
gata ronronea. El frío nos absorbe. La noche no cabe en una
caja de cartón y el reloj te recrimina.
Ser,
creer, crear, ceder. Ser, creer, crear, saltar. Caminar por los márgenes de un libro. Se apuesta, gana y pierde con la misma ficha. Jugar que
rompe con la rutina, porque la rutina arruina el juego.
Y me dicen al otro día: "No te confundas, hay cuatro grandes verdades, el resto son solo buenos razonamientos."
