Había estado almorzando en un bar del microcentro
para refugiarse del calor. De qué valía tener vianda si había que
tomarla a la intemperie. ¿Se podía dar ese gusto? Ingresar a una de esas
peceras refrigeradas con personajes cuya liviandad y perceptible frescura los
hace parecer hologramas. "Me lo merezco" pensó. Arrojó lo que fuera
por la mañana un sándwich y entró mirando con ansiosa discreción la mesa
más cercana al aire acondicionado.
A eso de las 16.30 los minutos se dilataban y entreveraban con los grados. Un hombre de mediana edad o un poco más, se
le acercó acelerado, con cierto balanceo.
- Disculpe, por casualidad, ¿sabe dónde
puedo conseguir otro negocio como estos?, le dijo señalando uno de esos locales cuya persistencia pende de un hilo. Oficios y saberes de todo
tipo que fueron arrasados por el imperio de lo obsoleto, de lo descartable.
Reparaba televisores, de esos cúbicos, de cátodos. Y al
parecer también los vendía.
Mientras su memoria recorría fugazmente
calles comerciales buscando algo afín, el hombre agregó, "tengo 300 pesos
para abonar chash por un televisor usado. Pero lo necesito hoy". Hubo algo
en su tono que le dio a a pensar que este último comentario trataba de persuadirle. Pero ella no tenía televisor entonces le respondió que probara suerte en un
negocio que estaba a la vuelta, que era de electrónica pero tenía ciertos
electrodomésticos y algunos -aunque quizás solo por desactualizados- parecían
usados.
Le agradeció de más y la dejó pensando es su
urgencia, pero sólo lo que duró el viaje en ascensor que la devolvía al
trabajo. No era domingo. Si lo fuera se podría justificar en la necesidad de
ver un partido clave de su quipo. Aunque sería claramente más absurdo sino
misterioso que se lanzara a esa búsqueda un domingo. Era martes, qué le
generaría esa desesperación. Décimo piso.
Eligió una milanesa con fritas, y ya que estaba
ahí la iba a acompañar con un vaso de vino, "y traiga un sifón",
dijo. En un televisor plasma incrustado en la pared, el canal de noticias
replicaba la evidencia. Una ola de calor tenía a la ciudad más desquiciada que
de costumbre.
El no estar bajo el sol cargando y
descargando, el tinto, la panza llena, la frescura irreal de aquel lugar lo estaban conduciendo a un estado cercano de plácido sopor. Y de
repente en la tele, ella. Testigo de algo, no, no, rescatada de algo, de un crimen, de una red. ¡Por favor!, gritó sorprendiendo a varios comensales con el bocado
a mitad de camino. Quería silencio... o más más volumen; ¡Señorita, puede
subirlo!
"Gracias, pero no sé si es
valentía, pero estuve encerrada demasiado tiempo, y no sé, mostrarme puede ser
un modo de protegerme. O eso espero", dijo con mirada vacilante. "Y
también de ayudar a las que siguen ahí, porque somos miles"; su voz se
quebró y el reportero nos trajo de vuelta al estudio. La presentadora muy seria
anunció que la victima rescatada estaría invitada a la trasmisión de las veinte, porque "como
dice Mara, es una forma de que todos nos involucremos, para protegerla y para denunciar esta amenaza".
Se levantó de golpe, dejó billetes sobre
la mesa y el bar. Volvió segundos después para corroborar con la camarera si se
trataba de un canal de aire. El resto de los presentes volvió a lo suyo; comer,
estar fresco, charlar. Él fue directo al galpón, sacó de su bolso en casillero
300 pesos y salió.
No podía reconocer el escenario dónde la
estaban entrevistando delante de un patrullero policial. Ppodía ser cualquier
calle de Buenos Aires o incluso de provincia. Tenía que verla en vivo esa
noche, quizás así pudiera saber algo más. Una porción de sí se reprochó haber
vendido el televisor. ¡Estúpido!, se dijo. Trataría de hallar uno, tenía que,
quizás hubiera un mensaje encriptado para él, quizás, miraría a la cámara y él
sabría dónde hallarla, porque quizás nunca quiso dejarlo, sino que la alejaron
a la fuerza. No importa que las fechas no coincidan, que la realidad se esté
volviendo nebulosa, que tenga la garganta y la lengua seca, que un día cómo
ese, un hombre de su edad esté corriendo por las calles. Su corazón no era el
mejor, el más sano pero estaba ahí.