sábado, 14 de julio de 2012

Días acrílicos

La sutileza con la que se pintan las hojas de un árbol muerto. Es como maquillar un cadáver, pero seguramente más agradable. Después, por lo aguado de la tinta, goteaban los colores, azul, violeta, verde, turquesa. A veces deja de llover pero aun falta que el viento sacuda las ramas. Esas gotas siempre nos agarran desprevenidos... y si fueran de colores, ni hablar.   


La versatilidad de la pintura acrílica solo es comparable con la multifuncionalidad de la cinta de papel. A riesgo de reproducir estereotipos de género, me animo a decir que son las herramientas domesticas de cualquier mujer moderna. Se rompe algo, cinta de papel y pintura del mismo tono. Perfecto. También amo la engrapadora, pero por puro delirio, ese nombre en el mundo de los artículos de librería equivale a llamarse Gervasia. Además es como un arma. Las cosas que se recargan permiten un rito secreto, un antes inmediato que se presta a cierta símbología. Es eso -trataba de acordarme de esa sensación en otro objeto- la lapicera de pluma. Desenroscar, sacar vacío, cargar nuevo y ver como la tinta recorre las nervaduras. Es un instante de fuga en una cotidianidad tosca. Proveerse de cosas que necesitan provisiones.


Lo manual. A veces es tan importante tener un oficio. La mente en silencio observa como la mano corta, mira, separa, moldea. No dice nada. 


Los artículos de librería son para mi, lo que el auto es para algunas familias. A falta de poder adquisitivo para comprar una casa, compran autos, para convertirlos en capital y cambiarlos...Bueno en mi caso, a falta de suficiente margen para darme grandes gustos, sólo me compro cosas en las librerías y en las tiendas de accesorios, tipo invisibles y delineadores.

lunes, 18 de junio de 2012

Empiria y expira...

La sensación de lo nuevo y lo improvisado en el ritmo de los días. Después un sabor a silencio, un corte en el pulgar. La vida que se encarna en lo efímero. Decíamos, la vida en un par de tazas de café; la vida en los cigarrillos que burlan las agujas del reloj. La vida que se rinde ante la poesía y devora otras palabras, la vida en un paseo de húmedo invierno por cuadra. La vida en la noche, ese estallido. El almanaque dice plan y proyecto, prefigura un sueño o una cotidianidad con aromatizantes y saborizantes. Lo determinado inhibe la creación y así nos viven. Se vive cuando se quiebra el vidrio y se camina entre las trizas. Liviano el día sin sucedáneo, sin la posibilidad siquiera de pensar la idea de porvenir. La palabra futuro explotando en todos los diccionarios. Y a no cargar más con el peso del después. Solo decidir y correr el riesgo. Ensayo y error. Ensayo y terror. El magno sinsentido, tan vulnerables ante el absurdo, nos queda su disfrute, la ciudad y las coincidencias.  

Vivir, ser que ama, duda y muta. La gata ronronea. El frío nos absorbe. La noche no cabe en una caja de cartón y el reloj te recrimina. 
Ser, creer, crear, ceder. Ser, creer, crear, saltar. Caminar por los márgenes de un libro. Se apuesta, gana y pierde con la misma ficha. Jugar que rompe con la rutina, porque la rutina arruina el juego. 

Y me dicen al otro día: "No te confundas, hay cuatro grandes verdades, el resto son solo buenos razonamientos."


martes, 22 de mayo de 2012

Una hilera de negras bocinas

En los días de lluvia o mucha humedad los autos se embotellan. La cuadra se congestiona. Parecen hormigas con faroles obstaculizadas por un paquete de cigarrillo. No sabemos si las hormigas tiene bocinas. Habría que silenciar las ciudades, encontrar dos hilera cercanas, desviar una de ellas de tal modo que se cruce con la otra, acercar bien el odio y escuchar. Quizás solo maldigan y se inquieten.

La pregunta obvia es, llegado a un estadio máximo de civilización o primacía racional ¿se podrán prescindir de estos insultos no verbales, agudos y estridentes?

Quien tiene por delante una fila de diez autos, atravesada por otra fila de diez autos y esta a la vez por otra y así sucesivamente hasta colmar el plano de la ciudad,  y toca bocina sabe que no logrará nada más que sumar tensión. Aún así lo hace.

Como si fueran animales heridos, según el modelo los autos rugen, braman, relinchan, gruñen, chillan, mugen, gimen, refunfuñan los pequeños.

Otra pregunta que bien podría ser pensada en situación de atascamiento: En caso de que se decrete un día nacional sin bocinas ¿habría más accidentes? ¿Cuántas de estos airados llamados de atención tiene como objetivo evitar uno?

Me ha pasado ser destinataria de un tipo de bocina que podría llamarse, "Daño tus oídos para no bajar y pegarte". Es promovida por un tipo de infracción menor. Al andar por ejemplo en bicicleta, se aprovecha la delgadez del medio, la mayor capacidad de reacción y se pasa por ahí dónde no se debería. Esta movida imprevista despabila de un modo brusco a los alienados conductores, quienes como si se les hubiese tirado un vaso de agua en la cara, reaccionan con un profundo, hasta el fondo, y persistente bocinazo.

Al respecto, estaría simpático inventar un traductor de bocinas, porque no todas son iguales. Esta el "¡¡Hija de $%&/!! si pudiera te aplastaría!!" o el suavecito "Vamos vamos que tengo hambre";  el impaciente:  "Voy a perder el trabajo si no avanzan forros!!!, entre otros tantos que revisten a las ciudades de esa irritabilidad propia del canal sin señal.

Les dejo este video de inventos que revolucionarán el mundo.


lunes, 16 de abril de 2012

La licenciosa

Por definición, improvisada, un licencia es una aval. Algo que te permite hacer algo.
Probablemente una de las primeras licencias que uno identifica como tal es el carnet de conducir. En mi caso expiró hace 7 años. Como meta, en un horizonte no muy lejano, apunto a la licencia de licencias a nivel académico que es la Licenciatura. La facultad me autorizará a ejercer mi profesión en regla con los saberes transmitidos. En en ínterin, sin carnet y sin título, me he visto en la necesidad de proveerme de ciertos permisos precarios para no sentirme tan coartada.

Licencias poéticas y licencias políticas

La primera tiene una interesante connotación. En sentido literal refiere a un recurso literario con el que cuentan los poetas para ajustar sus versos a la métrica prefigurada. En este tipo de acepción es bastante inútil y aburrido al menos que uno sea un poeta de oficio. En un sentido alternativo y personal refiere a acciones inútiles, innecesarias o poco rentables que sólo se justifican desde en una dimensión artística, por la sutil gracia o  belleza que comportan, el encanto, el autenticidad, creatividad, despabilamiento, el sentir la sangre y los músculos.

1) Hacer un doble paso o repiqueteo. Chasquear los dedos. Sumar ritmo al andar
2) Cantar por la calle en voz alta.
3) Exagerar en las anécdotas.
4) Los vicios
5) Las cosquillas.
6) Tener un gato.
7) Sacar la lengua a los niños
8) Disfrazarse
9) Stenciles

* Según tengo entendido en algunos grupos "licencia poética"  es un eufemismo para hablar de adulterio. "Fulana se tomó una licencia poética y cuando Fulano, su marido, se enteró hizo un ligero gesto de fastidio y desinterés mientras bebía su borgoña "

El tema de las licencias políticas es menos simpático. Básicamente uno sabe que cada tema tiene mil aristas y matices, causas, contemplaciones, delicadezas. Que hay que categorías precisas y formas políticamente correctas de abordar ciertos asuntos. Que la comprensión debe ser la estructura de nuestros argumentos.Que gran parte de nuestra imagen se forma en nuestros discursos, que al hablar representamos a una facultad, a una familia, etcétera, etcétera. Eso es un peso muy grande para cargarlo cada vez que abrimos la boca.Entonces uno puede decir, "me permito esta licencia política" y después arremete con el léxico irreverente y desmoralizante contra cualquier cosa.

1) Permitanme esta licencia política:
...Quienes usan la "depresión" como excusa son unos cómodos
... Podés ser un genio, tener un gran coeficiente intelectual pero si te aplicas cortes y peinados de moda sin criterio personal, no merecés respeto. Ni hablar de la ropa.
... Los pibes que consumen paco se mueven y se ven como zombies. (Perdón, pero es así)

(Sin tomarme la licencia política, la última frase sería algo así. "Es terrible ver en los jóvenes el devastador efecto del consumo diario o frecuente de pasta base. Implica trastornos locomotrices y desfigura los rasgos del rostro.)

Licencias que debería expedir el Estado o en su excepción algún organismo con reconocimiento federal. 

  • Licencia para no responder mensajes, llamados o mails. 
  • Licencia para días de desorientación existencial. Habilita a no bañarse, no abrir ventanas y consumir comida o entretenimiento chatarra sin moderación. 
  • Licencias para escribir los días de lluvia, como también faltar al trabajo o clases claramente.  
  • La siempre demorada Licencia para patear palomas o caniches.
  • Licencia para enseñar el dedo mayor en cualquier ámbito. Trabajo, facultad, transporte público. Cuando viene el reclamo mostrar el carnet. 

miércoles, 28 de marzo de 2012

De mis días en el bar

A mis amigos de Otra Pasta 

Este no es un relato sobre una etapa de perdición en la que asistía con frecuencia a un bar de mala muerte. Será la próxima. Es una evocación de mis jornadas trabajando en un café-comedor, un salón bastante grande que recibía al mediodía varios turnos de comensales que se renovaban constantemente como si fuera un sistema de silla caliente


Había grupos, parejas e individuos que eran habitúes, y había entretenimientos efímeros, solitarios o compartidos. De la conjunción surgía uno de mis juegos favoritos: adivinar o inferir el oficio, trabajo u profesión de los clientes frecuentes. 

Su ubicación en pleno microcentro, rodeado de  zonas comerciales definidas por cuadras, de empresas grandes y pequeñas en los edificios lindantes, condimentaba el desafío. Si la vestimenta era muy informal, podían ser los vendedores de instrumentos musicales de Talcahuano, los de aparatos electrónicos de Paraná o los de acrílicos por Uruguay. Si había cierto reparo, del tipo mocasines en lugar de zapatillas podrían ser trabajadores de telefónica, de la consultora de prensa o profesores del centro de estudios. Traje: abogados, cargos jerárquicos. Con las mujeres siempre era más difícil.

A veces sucedía que uno se rendía con alguien y por casualidad lo encontraba en su lugar de trabajo. Volvía al día siguiente con una sonrisa triunfal y una frase del tipo, ¿no saben a dónde  vi a la señora del pollo? ( Si están leyendo mis ex compañeros, sabrán de quien hablo) 

El particular grupo de los rematadores inició todo. Eran muchos, más de diez pero no acercaban las mesas para sentarse juntos. Se diseminaban por todo el salón y  sus conversaciones a la distancia formaban una suerte de tendedero irregular a través de los cuales, agachándonos un poco, debíamos pasar equilibrando bandejas. Los relojeros de la calle libertad eran grandes física y etariamente. Alegres, saco y jean. Los chicos de Radio Cooperativa fueron descubiertos por casualidad en Internet. El asistente de joyería silencioso pero amable. 

Habré olvidado más de un pedido tratando de descifrar entre sus comportamientos, actitudes o léxicos, qué hacía cada uno de ellos antes de entrar y al salir del bar. Algunos por descuido se delataron con gestos inequívocos, otros mantenían el misterio hasta lo último. 

Entre todos ellos, hubo un grupo revelación para mí. Señores con traje y corbata, no iban nunca a un horario fijo. A veces sólo café, a veces almuerzo. Gomina algunos, mayores otros. Uno o seis. Humores variopintos. No derrochaban pero tampoco regateaban. Aparente flexibilidad de horario pero, un llamado y salían a las corridas.

Y sus autos, todos últimos modelos, sin ningún rayón, deliciosos. Al final Dari me explicó porque no iba a adivinar. Hasta ese entonces mi noción de remisero estaba constituida según el estereotipo de Corrientes, que se asemeja a la del tachero porteño. Sencillo e informal digamos. Tampoco sabía que en este rubro  hubiera también distinción de clases, más allá del filtro de la bajada de bandera. Pensaba que los ricos y famosos tenían choferes propios o autos. Pero no. "Remiseros Vip, viajes para ejecutivos",  me dijo. 

Hoy todo esto volvió de golpe a mi cabeza, he conocido a uno de sus clientes. De paso pude revivir el juego, y el centenar de personajes que poblaron esa bonita etapa de mi vida.

viernes, 17 de febrero de 2012

De llaves, lluvias y puertas

Dieciséis de febrero, día maravilloso, variopinto. Siento que no debería caerme del balcón y ser más precavida al andar en bicicleta. No quiero morirme por un buen tiempo. No es que lo haya deseada últimamente, pero, por más conformista y alienado que pueda sonar desde una perspectiva crítica, he notado que estoy bastante satisfecha con mi existencia.

En menos de una semana rindo y para variar estoy bien posicionada según coordenadas espacio-temporales. La conjugación sería cantidad de páginas para leer y repasar por cantidad de horas disponibles. Un volumen de veinte por veintiocho centímetros de longitud, por cuatro de altura representaría el espacio físico. 
Claramente algo ínfimo en este colosal universo y una cantidad de cuarenta horas. El grado de dificultad de los textos es moderado y está bajo control.

A parte, después de días de calor irreductible, se desató un vendaval y una majestuosa tormenta. 

Hubo un detalle menor, que como estaba despabilada también sirvió a estos fines:  

No importa cuantas veces suceda, nunca es fácil resignarse ante una puerta que se cierra detrás de uno antes de notar que no podremos volver a entrar. Si bien siempre son accidentes, hubo veces en que sabía que no tenía llaves, de todos modos me arriesgué a salir  y el viento hizo el resto. La mayoría de las veces es por mero despiste.  

Con anticipada inutilidad uno empuja y fuerza la puerta al instante. Como sí el actuar con inmediatez fuera a revertir el hecho. Después maldice y se insulta para finalmente pensar en las posibilidades -siempre absurdas- de violentar la cerradura. Advertencia, lo de los invisibles, alfileres y clips es pura mentira funcional a las tramas ficcionales.

Entonces, si se tiene el beneficio de tener consigo el celular, se puede llamar en busca de socorro a otro portador de llaves o, como sucedió hoy,  aprovechar para escribir a seres simpáticos. (Tiempo muerto al fin y al cabo, hay que aprovecharlo (*)). En otras ocasiones me ayudó el portero, su hijo, vecinos se solidarizaron. Agradezco por este medio invisible para ellos. Hoy sabía que venía en camino mi rescate.

Última reflexión al respecto. Lo peor es la situación de limbo o purgatorio. Porque no podés salir del edificio ni entrar a tu casa. Me recuerda algo: . Había un perro que vivía -con los dueños, creemos- en el mismo edificio que nosotros en Corrientes.  El muchacho, soberano pitbull, sabía abrir la puerta y sus jóvenes tutores no cerraban con llave, por lo que durante su ausencia,  paseaba feliz por los pasillos de los tres pisos. Subía y bajaba escaleras asustando al principio a cuantos se cruzaran con él. Esto era tan frecuente  que muchos llegamos a considerarlo a él como legítimo inquilino, saludándolo en los ocasionales encuentros y preguntándole con amabilidad cómo estaban sus mascotas, aludiendo a los dos pequeños homosapiens que cuidaba.




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