miércoles, 27 de julio de 2011
El pasado, el presente y el futuro: Ensalada mixta.
Volverán siempre. Después se irán y en algún momento quedarán atrapadas en el plafón junto a los bichos que se refritan. Hoy siento que las tres instancias están todas mezcladas. Las horas del día revuelve y lanza contra la pantalla. Las medidas temporales, cosas poco precisas.
viernes, 22 de julio de 2011
Les bons amis
Puede considerarse sólo como un gancho para atraerlos al blog, quizás lo sea.
Sé que Pau organizó algo copado, con regalos personalizados y todo, sé que por acá se juntaron en "los de los chicos"... Mi día del amigo fue más bien patético, terminé vagabundeando sola, medio ebría, sumamente deprimida, bastante melancólica. Pero no será el último y no significa que ese día no sea una buena excusa para tener un "bonito gesto".
Sí me olvidé de algunos nombres. Lo siento, al final son bastante más de lo que creía.
Un abrazo, los quiero mucho.
miércoles, 20 de julio de 2011
Intensidades
Cuando por varios días me mal predispone un dolor de cabeza, pienso en Perry. No recordaba su apellido, Smith, claro. Revivo una imagen muy nítida en una cafetería, esas típicas norteamericanas con las sillas fijas, largas, acolchonadas, unidas por el respaldo Perry se tomaba tres aspirinas s juntas para calmar el dolor.
Iba a escribir sobre balcones en planta baja. Esas barandas de un metro que ponen en las esquinas de cruces peligroso, para evitar que la gente en su apresurado andar pretenda zafarle a la senda peatonal. A veces exageran y las hacen llegar hasta casi mitad de cuadra. Yo entiendo que es una medida cariñosa y paternalista, también entiendo el contratiempo y posibles traumas físicos y tramites legales que implica ser atropellado, pero tanto recelo me incomoda, y obviamente me obstaculiza.
Nunca me cayeron bien esas barandas, incluso aunque algunas cuenten con unas esferas decorativas cada diez rejas. Pero antes de ayer, domingo, pasé gran parte del día encerrada en la Biblioteca del Congreso. No es que haya habido una de estas barandas cercando la salida pero necesita estudiar y hay algo en el aire de la biblioteca que produce concentración absoluta. Ustedes dirán, es el silencio y la ausencia de la gata dando vueltas por ahí, pero creo que es algo más... químico. Tengo la impresión de que muelen un montón de esas pastillas que recetan a los niños con síndromes de atención y las mezclan con el desodorante de ambiente.
El punto es que después de estar casi nueve horas sentadita estudiando salí un poco fatigada. Necesitaba un momento de distracción, de readaptación. Pasé por unas de estas esquinas enrejadas y por primera vez no sentí esa sutil molestia. Me acerqué, me acodé sobre una de ellas y me entregué a una contemplación silenciosa y dispersa. Con el viento se logra la ilusión de altura, pero la perspectiva es diferente, en lugar de mirar hacia abajo, uno puede mirar de frente y ver el tráfico avanzar, detenerse y renovarse; cambiar de color, de modelo y velocidad, o puede mirar hacía arriba y encontrar pistas de lo que original o antiguamente fueron algunos locales.
Claro que también se puede contar ventanas encendidas. El espectáculo sería mejor si no estuvieran tan instauradas las luces amarillas y blancas. Si la gente aprendiera a vivir bajo otros colores. Azul, rojo, violeta. Todo es adaptación.
No quiero que se considere un homenaje o una falta de respeto recuperar a este inconspicuo personaje, pero hay algo en este punteo estéril que vibra, que sin pretenderlo revela algo de la naturaleza humana, de las privaciones, de las consecuencias. No significa que detrás de cada delincuente haya una historia tan oscura, pero sí muchas sombras.
miércoles, 13 de julio de 2011
Jóvenes manos de tijera
Al momento de requerir un corte de cabello acudí durante años a "la escuela de peluquería". Me han informado, sin el tacto que a mi parecer correspondía, que cerró.
Era una experiencia de lo más simpática, uno podía elegir a precio diferencial ser atendido por un alumno o un profesor. Escogía lo primero. Entonces uno de ellos se acercaba tímido y, luciendo muchas prácticas realizadas sobre su propia cabeza -cortes mal logrados, mechones quemados, tintura despareja- me preguntaba en voz bajita qué estaba buscando.
Cuando le explicaba - mi cabeza por fuera es bastante sencilla- con los ojos entrecerrados trataba de recordar la clase en la que enseñaron eso, al rato asentía un poco dubitativo y tomaba las tijeras. Era tal el medio a hacerme daño o algo irreversible que la abría y cerraba a varios centímetros de las puntas.
Después la peluquera docente venía y le preguntaba horrorizada qué me había hecho. Él se defendía con un lenguaje muy elaborado. La profesora le ponía la calificación y yo, con un lindo seis en la frente, salía sintiendo que había hecho un aporte a la formación de alguien, que colaboré en un específico marco pedagógico.
Esos días de sentirme usada y útil se acabaron. Mis crenchas crecieron, volvieron las porras. Me di cuenta que tenía que hacer algo cuando una tarde salí de bañarme a las tres y eran las 20:45 y seguía desenredándome el pelo.
Fui en busca de un nuevo peluquero. Encontré a alguien a quien llamaré Lidia. Junto a una amiga abrieron hace poco el local en la misma cuadra de la peluquería de su ex jefa, quien dice era una arpía. Usó esa palabra.
Las ventajas de Lidia
Es simpática, sencilla, veloz, está cerca de casa, es económica. Tiene experiencia e iniciativa.
Las desventajas de Lidia
No tiene en absoluto empatía física. No sé si es posible esta acepción, pero Lidia es incapaz de ponerse en tu lugar cuando está llevando acabo su oficio.
Desde el momento que empezó a desenredarme el cabello, noté cierto descuido hacía mi bienestar. Jalaba del pelo como si estuviera soldado a mi cuero cabelludo. De haber tenido cinco años, me hubiese largado a llorar. No obstante tratando de mantener una sonrisa soportaba sus tironeos estoicamente. A veces con disimulo trataba de sostener más arriba los mechones con los que estaba ensañada para evitar que la tensión recayera sobre las raíces.
En el momento de ponerme broches para separar mi cabello en capas, no la pasé mejor. Parecía desconocer lo agresiva que podían ser las puntas. Después empezó a humedecer el cabello con esos pulverizadores, lo más cómico fue cuando llegó a los mechones del frente. Me costaba mucho aguantar la risa porque con toda la buena onda del mundo, mientras me hablaba me rociaba la cara y yo pestañeaba más, me enjugaba los labios y ella no se percataba. Recordé a Silvestre, el gato de los Lonny Toons era como si me estuviera hablando.
El corte una maravilla. Me pregunto si estos detalles de tacto y sensibilidad se los enseñarán en las escuelas.
Lección tres: Cuando humedezcamos el cabello cuidemos de no tener el pulverizador demasiado lejos porque a más distancia mayor el radio de proyección y es probable que moje los ojos, la cara. Aunque sea verano o la temperatura sea muy elevada es poco probable que ello se disfrute.
Lección Cuatro: El cabello es una extensión del cuerpo, está conectada a él por terminaciones sensitivas: Si lo jala duele.
Era una experiencia de lo más simpática, uno podía elegir a precio diferencial ser atendido por un alumno o un profesor. Escogía lo primero. Entonces uno de ellos se acercaba tímido y, luciendo muchas prácticas realizadas sobre su propia cabeza -cortes mal logrados, mechones quemados, tintura despareja- me preguntaba en voz bajita qué estaba buscando.
Cuando le explicaba - mi cabeza por fuera es bastante sencilla- con los ojos entrecerrados trataba de recordar la clase en la que enseñaron eso, al rato asentía un poco dubitativo y tomaba las tijeras. Era tal el medio a hacerme daño o algo irreversible que la abría y cerraba a varios centímetros de las puntas.
Después la peluquera docente venía y le preguntaba horrorizada qué me había hecho. Él se defendía con un lenguaje muy elaborado. La profesora le ponía la calificación y yo, con un lindo seis en la frente, salía sintiendo que había hecho un aporte a la formación de alguien, que colaboré en un específico marco pedagógico.
Esos días de sentirme usada y útil se acabaron. Mis crenchas crecieron, volvieron las porras. Me di cuenta que tenía que hacer algo cuando una tarde salí de bañarme a las tres y eran las 20:45 y seguía desenredándome el pelo.
Fui en busca de un nuevo peluquero. Encontré a alguien a quien llamaré Lidia. Junto a una amiga abrieron hace poco el local en la misma cuadra de la peluquería de su ex jefa, quien dice era una arpía. Usó esa palabra.
Las ventajas de Lidia
Es simpática, sencilla, veloz, está cerca de casa, es económica. Tiene experiencia e iniciativa.
Las desventajas de Lidia
No tiene en absoluto empatía física. No sé si es posible esta acepción, pero Lidia es incapaz de ponerse en tu lugar cuando está llevando acabo su oficio.
Desde el momento que empezó a desenredarme el cabello, noté cierto descuido hacía mi bienestar. Jalaba del pelo como si estuviera soldado a mi cuero cabelludo. De haber tenido cinco años, me hubiese largado a llorar. No obstante tratando de mantener una sonrisa soportaba sus tironeos estoicamente. A veces con disimulo trataba de sostener más arriba los mechones con los que estaba ensañada para evitar que la tensión recayera sobre las raíces.
En el momento de ponerme broches para separar mi cabello en capas, no la pasé mejor. Parecía desconocer lo agresiva que podían ser las puntas. Después empezó a humedecer el cabello con esos pulverizadores, lo más cómico fue cuando llegó a los mechones del frente. Me costaba mucho aguantar la risa porque con toda la buena onda del mundo, mientras me hablaba me rociaba la cara y yo pestañeaba más, me enjugaba los labios y ella no se percataba. Recordé a Silvestre, el gato de los Lonny Toons era como si me estuviera hablando.
El corte una maravilla. Me pregunto si estos detalles de tacto y sensibilidad se los enseñarán en las escuelas.
Lección tres: Cuando humedezcamos el cabello cuidemos de no tener el pulverizador demasiado lejos porque a más distancia mayor el radio de proyección y es probable que moje los ojos, la cara. Aunque sea verano o la temperatura sea muy elevada es poco probable que ello se disfrute.
Lección Cuatro: El cabello es una extensión del cuerpo, está conectada a él por terminaciones sensitivas: Si lo jala duele.
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